miércoles, 25 de mayo de 2011

Adaptación Del Cuento Folclórico "Todo tipo de pieles"

A continuación voy hacer la adaptación del cuento folclórico que nos contó la profesora. El cuento se llama Te doy las gracias y espero que os guste.
Adaptación de Todo Tipo De Pieles = Te Doy Las Gracias
Erase una vez, una familia formada por una madre, un padre y una niña. La madre se llamaba Paula, el padre Marcos y la niña, Sara pero no hay que olvidarse del más pequeño de la familia, se llama Hop y es la mascota de Sara, es un pequeño hámster que siempre se refugia en las pequeñas manos de esta.
Un día los tres decidieron irse de vacaciones, cogieron el coche y se pusieron en marcha. El viaje era muy largo y cansado, Sara de 6 años, empezó a jugar con Hop, ella no sabía que el hámster estaba empezando a encontrarse mal, a si que le movía para un lado y para el otro…Hop, cansado del juego, tuvo la oportunidad de escaparse de sus manos, pero como andaba mareado, no sabía a dónde se dirigía, con tal mala suerte que hizo distraerse a los mayores, en especial al padre, que era el que conducía. El accidente fue terrible, Sara abrió los ojos y pudo ver que el coche estaba dado la vuelta, que su padre tenía los ojos cerrados y que su madre no estaba en su sitio, solo se alegraba de que Hop había regresado a sus manos, estaba igual que ella, con mucho miedo y temblando, a si que le dijo a Hop:
-           Hop, no te preocupes, estamos bien, ha sido una pesadilla, vamos a dormirnos y todo volverá a ser como antes.
Sara  antes de cerrar los ojos, pudo coger un colgante de su madre que estaba cerca suya y después,  decidió dormirse, no quería seguir viviendo ese mal sueño, lo que no sabía es que no era un sueño, era la realidad.
Cuando Sara volvió abrir los ojos, se dio cuenta de que estaba en una cama, arropada y con un pijama que no era el habitual, pero aunque no conocía muy bien la habitación en la que se encontraba, sonrió, porque no era el mismo lugar donde había visto cosas que no le habían gustado. Después de observar en silencio la habitación, gritando dijo:
-          MAMÁ, PAPÁ –repitió una y otra vez.
Al ver que no venían, llamó a Hop, pero de una manera especial, silbando, silbando así;
-          Susususuuuuu –silbó Sara
Sara se empezó a cabrear, nadie la hacía caso, a si que se puso a llorar y al poco tiempo de hacerlo, vino una chica vestida de blanco, con un hombre vestido de verde. La niña supuso que eran médicos pero ella no se podía imaginar que hacía en un hospital.
-          ¿Quiénes sois? ¿dónde están mis padres? ¿y Hop, dónde está? –dijo Sara.
-          Yo soy Carlos y ella es Sandra y estamos aquí para curarte –dijo el médico.
-          Pero… yo quiero que me curen mis padres, no vosotros, además ¿qué me pasa? – contestó Sara.
Los médicos no se atrevían a decirle a la niña que ya no volvería a ver a sus padres, a si  que la enfermera, Sandra para despistarla dijo:
-          ¿Quién es Hop? –pregunto Sandra
-          Es mi hámster y le quiero ver ahora, mis padres no me dejarían sola, es él el que me cuida. ¿dónde está? –contesto Sara.
-          ¡Aahh! Hop es el pequeño ratoncillo que vino en tus manos, ¿sabes que no se quiso separar de ti en ningún momento?, ¿has buscado bien en la habitación? ¿seguro que no le has visto? –dijo Sandra.
Sara, rápidamente se puso a buscar por la habitación miró en todos los rincones, pero aun así no lo encontraba. Ella se puso a pensar y cuando se dio cuenta…
-          ¡Está aquí! ¡Cómo no se me había ocurrido antes! – dijo Sara llevando su mano al bolsillo del pijama.
Hop estaba dormido, por eso no se había dado cuenta de que estaba ahí, pero cuando este notó las caricias de Sara, rápidamente abrió los ojos y se pusieron a jugar con la mayor sonrisa que cada uno podía poner.
Los médicos decidieron marcharse, no antes sin jurarle a la niña que volverían pronto. Como era  un día muy duro, en el momento que le llevaron la cena a Sara, se quedó dormida y al lado suyo Hop, que también había cenado muy bien.
Así pasaron los día, cuando Sara se recuperó con éxito, los médicos ya no podía hacer nada por ella, a si que vinieron unos señores muy raros y se la llevaron a una casa enorme, lo bueno que tenía es que habían muchos niños, además de todas las edades, pero no parecían que fueran muy felices, o eso pensaba Sara cuando observaba todo desde el coche.
Cuando aparcaron el coche, los señores raros se dirigieron a Sara y la dijeron:
-          Prepárate para lo que te espera- dijo el señor
Sara realmente no sabía lo que le esperaba, no sabía si era algo bueno o malo. Ella solo quería ver a sus padres, a si que se imaginó que sus padres la habían dejado en el hospital por un tiempo para prepararle una fiesta sorpresa.  Con el paso del día, Sara no hacía otra cosa que preguntar a los niños ¿qué hacían ahí?
Una chica, mayor que Sara, se acercó a ella y le dijo:
-          Hola pequeña, ¿cómo te llamas?- dijo Mónica
-          Me llamo Sara, acabo de llegar y nadie me hace caso. Hace tiempo que no veo a mis padres y no aguanto más. –decía Sara en voz bajita.
-          No te preocupes, ya verás como los vas a ver pronto, pero todavía pasará un tiempo hasta que los vuelvas a ver. Pero se me ocurre un plan, ¿por qué no vamos al arenero y jugamos hacer castillos?- respondió Mónica.
-          Bueno… vale esperaré a verlos, pero solo si vamos ¡a jugar ya!- dijo Sara entusiasmada.
Después de esta conversación, Mónica y Sara se fueron al arenero y como Sara no podía evitar tener la cara un poco triste y Mónica lo había notado, esta la agarró fuerte la mano y la sonrió.
Así pasaron los días, los meses y los años. Pero no todo era bueno para Sara. Las cuidadoras que había en el orfanato explotaban a los niños/as, parecían esclavos, tenían que mantener la casa común limpia todos los días, hacer la comida…el golpe más duro que recibían los niños cada día eran las palabras que repetían y repetían las cuidadoras, “no vais a ser nada más que esto, acostumbraros a ser los esclavos”, “nadie os quiere”, “no valéis para nada”…
Sara, era una niña que tenía mucha valentía y más sabiendo que por lo menos dos personas si que la querían y era Mónica y Hop. También sabía que aunque su madre y su padre no estuvieran a su lado, siempre les tenía presente, por ello Sara un día cansada de escuchar todo esto, no tuvo más remedio que contestar a las cuidadoras, pero con tal mala suerte acabó sufriendo maltratos físicos y psicológicos. 
Sara ya no sabía cómo salir de ese infierno después de ir superando la pérdida de sus padres, había otro miembro de la familia que le había abandonado y ese era su más fiel amigo, Hop. Hop como cada noche dormía en las manos de Sara, hasta que una mañana, Hop no respondía.
 Llegó el día que Sara no quería que llegara, Mónica cumplió los dieciocho años, se despidió de todo el mundo y en el momento que llegó el turno de Sara, las dos se agarraron con un fuerte abrazo. Ninguna de las dos tenía a nadie, por eso de una voz muy suave y con los ojos bañados en lágrimas se escuchó:
-          No me abandones por favor, tú tampoco. Eres lo único que tengo, tengo miedo a seguir adelante y si tú te vas… - dijo Sara.
-          No te voy abandonar nunca, te voy a venir a ver todos los sábado y pasaremos todo el día jugando. –respondió Mónica con una sonrisa.
Después de pasar este momento de mal gusto para las dos, llegó el momento de separase. Sara se fue corriendo a su  habitación, no quería relacionarse con nadie, estaba triste, quería salir del orfanato como fuera. Pero ¿cómo?, ¿con quién?
Pasaron los meses y muy duros para Sara, Mónica desde el momento que se fue, no había vuelto al orfanato, la promesa que le hizo la había cumplido. Hasta que un día...
Mónica apareció, Sara cuando la vio echó a correr, estaba cabreada con ella, no entendía porque en todo este tiempo no había sabido nada de ella.
Cuando por fin se pusieron hablar, Mónica se excusó diciendo que tenía que hacer una cosa muy importante. Esta le confesó que sus padres, al marcharse  de su lado, le había dado mucho dinero, y que con ese dinero había comprado una casa, entonces después de un par de día cuando deshizo la maleta, vio unas cosas que quería que estuviesen siempre a su lado.
Una de ellas era un dibujo de dos niñas, una más alta que otra. Otra de ellas, era el colgante de la madre de Sara y por último un cuaderno, pero ese cuaderno estaba medio escrito. El último párrafo ponía lo siguiente:
Tú me regalaste este cuaderno, me dijiste que me lo regalabas porque íbamos a tener un presente y un futuro juntas y que fuera contando nuestro día a día. Yo he cumplido, ahora… ¿lo vas hacer tú? =)
Todo esto solo tenía un solo significado y era una sola palabra, Sara. Sara la había dado la alegría de los infernales días en el orfanato. Era más que una amiga, era más que una hermana… era como una hija para Mónica a pesar de la edad que tenía.
A si que, agarró fuerte la mano de Sara y…
-          Esta vez no te la soltaré, vente conmigo. Te cuidaré y te protegeré todo el tiempo que quieras_ dijo Mónica
Sara sin pensarlo, fue corriendo a su habitación y al hacer la maleta, vio su vestido favorito, era un vestido que le había regalado su padre, era de las pocas cosas que se pude recuperar del accidente. Ella solo se ponía ese vestido en casos especiales y después de todo lo que había vivido, decidió que era el día.
Cuando tuvo todo preparado, arrastrado las cosas como podía llegó dónde estaba Mónica, esta la ayudó y metió todas sus pertenencias dentro del coche. Sara no quiso despedirse de nadie, desde que se fue Mónica las cosas fueron a peor y no se relacionaba con nadie.
Una vez llegada a la casa de Mónica, dejaron las cosas en su sitio, Mónica tenía un colegio para Sara, pero iba a dejarla que estuviera una semana para que asimilara el cambio.
Pasaron los años y Sara cada vez era más mayor, ahora la que iba a cumplir la mayoría de edad, era ella. Su vida cambió por completo y todo se lo debía gracias a Mónica, había sido un milagro para ella.
En estos años, Sara como una adolescente, encontró a un joven rubio, con los ojos azules, parecía que le habían sacado de un cuento o por lo menos eso era lo que pensaba ella. Cuando cumplió los 18 años, Mónica y el novio de Sara, le prepararon una fiesta sorpresa, era lo que siempre había querido. Había regalos, música, comida, refrescos… y lo más importante, sus amigas y amigos, incluido Mónica y su novio.
Después de la fiesta que le prepararon, se quedaron los tres, Sara pidió a Mónica que se sentara a su lado, que tenía que hablar con ella.
-          Mónica, muchas gracias por todo lo que has hecho por mí, no sabes todo lo que has significado en todo este tiempo y sé que lo seguirás siendo. Tuviste la oportunidad de irte cuando lo necesitabas y ahora soy yo la que lo necesito, necesito tener iniciativa de hacer algo, necesito ser feliz con otra persona… pero también te necesito tenerte cerca y necesito que sepas, que en cualquier momento del día siempre voy a estar a tu lado y que si me necesitas yo estaré esperándote – dijo Sara.
-          No sabes lo que me alegra escuchar esto, te has hecho una mujer y yo lo he vivido día a día, de ser una niña sin sonrisa a ser una mujer madura, con iniciativas, con futuro…me alegra saber que en parte ha sido por mí, pero no te quites el mérito a ti porque, has sido muy valiente y luchadora, has sabido tener fuerzas hasta el último momento y espero que nunca las pierdas – contestó Mónica, entre lágrimas.
A los pocos días Sara hizo la mudanza a su nuevo hogar, y no fue la única, su novio estaba con ella, se habían ido a vivir juntos para empezar una familia que por el momento formaban él y ella.
FIN

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